jueves, 30 de abril de 2020

Pajareando por España I: Comunidad Valenciana y Aragón.

Casi dos meses confinado en casa han dado para mucha introspección. Una de las ideas que se me ocurrió recientemente fue recapitular todas mis observaciones de aves a lo largo del país (es decir, los puntos que he visitado). Estos son los resultados:

- Comunidad Valenciana: 198 especies.
- Aragón: 65 especies.
- Andalucía: 60 especies.
- Baleares: 50 especies.
- Castilla-La Mancha: 45 especies.
- Castilla y León: 44 especies.
- Asturias: 33 especies.
- Madrid: 32 species.
- Extremadura: 18 especies.

Al ser el lugar donde resido y, por consiguiente, campeo más a menudo, la Comunidad Valenciana gana de calle, seguida de Aragón, donde suelo ir varias veces al año (este año solo una de momento) y Andalucía, cuyo potencial ornitológico me ha quedado bien claro recientemente. Después van Baleares y las dos Castillas, de donde guardo muy buenos recuerdos, y, por último, lo visto en pequeñas incursiones por Asturias, Madrid, Navarra y Extremadura. Evidentemente no iba a meter todas las especies vistas en cada lugar, ya que no tengo foto de todas y hacerlo así me supondría mucho lío; lo que haré será mostrar las especies que más ilusión me ha hecho observar, y, sobretodo, una buena recopilación de anécdotas ornitológicas (tanto buenas como malas, jeje). Empezamos pues con este pequeño viaje:

- Comunidad Valenciana:

Aquí es donde he nacido, vivido, estudiado, etc. hasta la fecha. Actualmente resido en Alboraya, un pueblo cercano a la capital que, aunque con escasa separación, es muy diferente a la misma (pese al empeño de muchos por desmentirlo). Es cierto que muchos conocen la zona por la horchata, aunque, como curiosidad, mucha gente no la ubica o, más habitualmente, piensan que hablo de Port-Saplaya, que en realidad es la línea de costa del municipio. Después de este inciso técnico, voy al grano: es aquí donde empecé a aficionarme a observar aves, viendo los cernícalos por la huerta, patos, cormoranes, calamones y demás en el barranco, etc.

Pero, sin duda, lo que me metió de lleno en la ornitología fue este amigo de aquí:

Avetorillo (Ixobrychus minutus).



Creo que ya he mencionado alguna vez que estoy en esto por el avetorillo, al que observé durante mi estancia en el Centro de Recuperación de Fauna de El Saler. Estuve allí tres meses que recuerdo con especial cariño, incluso las mañanas enteras limpiando la "consulta" o la autopsia de un podrido y apestoso cadáver de águila perdicera encontrado en una acequia... Momentos que me eran recompensados con muchos otros realmente buenos, como el Martín pescador al que "adopté", encargándome yo mismo de sus cuidados en el centro, y toques de humor con algunas llamadas al centro, como la del hombre que había visto una serpiente en la carretera y se extrañaba de que no fuéramos a recogerla o una mujer que pretendía darle pechuga a la plancha a un cernícalo; menos mal que llaman, si no quien sabe que destino les depararía a los pobres animales. Luego están los toques costumbristas, como la presunta viuda negra en un tarro que nos entregó una mujer, o una chica que, al enterarse de que allí sacrificaban a los galápagos de Florida, se llevó los que había traído amenazando con denunciar.

Mi buen amigo Martin (un nombre muy original él) dando cuenta de sus gambusias.
 
Algunas rapaces en los "box" de recuperación: cernícalo vulgar (Falco tinninculus).

Milano real (Milvus milvus).

Águila calzada (Aquila pennata).

Águila real (Aquila crysaetos).

Milano negro (Milvus migrans).
 
Búho real (Bubo bubo).

En cuestiones ornitológicas, el avetorillo y el martín pescador no eran las estrellas, sino que ese honor correspondía a una espectacular rapaz nocturna nidificante en el recinto: el búho chico (Asio otus). En efecto, aunque parezca una broma, una pareja y sus tres pollos criaba en el Centro, utilizando una altísima casuarina (Casuarina  equisetifolia). Un momento muy gracioso, del que disfruté muchísimo mientras mis compañeros de prácticas pasaban olímpicamente, fue cuando uno de los volantones me sorprendió asomando por un lentisco, con su expresión de sorpresa. Aquí algunas imágenes de la familia.

 
 
 


Y aún no he hablado de mi paraíso ornitológico particular: La Marjal dels Moros. Llevo años yendo, pero estos últimos años le he sacado mucho más partido viendo dos especies que personalmente me encantan: El chorlito carambolo (Charadrius morinellus) y el águila pescadora (Pandion haliaetus).

 Al primero lo descubrí gracias a un niño que señaló a sus padres la presencia de un "pajarito"; como es habitual le contestaron con el típico "Ah, sí mira", y continuaron andando, sin saber que estaban quitándole a su hijo la oportunidad de ver un ave muy poco común por aquí, llegada de las tundras del lejano ártico. Yo siempre pienso que, si se lo explicaran bien, a los niños les encantaría el mundo de las aves y la naturaleza en general, y momentos como este me dan un poco de bajón... que desapareció rápidamente al poder fotografiar a placer este confiadísimo ejemplar.

 

El águila la vi hace más bien poco, el pasado Septiembre, cuando aún no me había recuperado de la impresión que me dio ver la migración en Tarifa (saldrá más adelante). Oficialmente, según otros observadores había dos, pero a día de hoy sigo pensando que fueron tres los que vi. Allí había otro grupo de observadores, que se extrañaron cuando fotografié unos zarapitos trinadores. "Si tenemos águila pescadora", me dijo uno. Pero es que yo soy así, me gustan todas las especies aunque las haya visto mil veces, y siempre procuro disfrutar de todas (más ahora, que cada día me fijo en las tórtolas turcas de mi barrio). Al margen de todo esto, fue todo un momentazo ver a dos de las aves planeando sobre mi cabeza. Sin duda, el Moro es una mina de observaciones que no me cansaré de explotar.




Termino con la "terreta" con una pareja de bigotudos (Panurus biarmicus) que tuve la oportunidad de ver con unos anilladores en l'Albufera y un críalo (Clamator glandarius), el único que he visto en mi vida, que vi de casualidad en el término municipal de Ayora (Oeste de Valencia).

Bigotudos.

 
Críalo.
 

- Aragón:

La Comunidad de Aragón, principalmente por cercanía, pero también por sus valores naturales y paisajísticos, es uno de mis destinos naturalistas más frecuentados. Inevitablemente empiezo hablando de Gallocanta, lugar de peregrinación de las grullas (Grus grus) que suelo visitar año sí, año no. La última visita el año pasado me regaló, además de unas fotos bastante cercanas de estas aves, muchos momentos divertidos con mi familia, como el perro que no nos dejaba aparcar poniéndose detrás del coche o la pista de tierra que recorrimos con mi padre asustado porque no sabía donde íbamos... y por qué no decirlo, ninguno lo sabíamos muy bien; además, no vimos ni una grulla por ese camino. En otros puntos, sin embargo, las vimos muy bien:

Laguna de Gallocanta.

Grullas.


 
También en Aragón estuve en un Hide gestionado por Birding Teruel, empresa que lamentablemente ha tenido que echar el cierre hasta solventar unos temas. En cuanto vuelvan a la actividad y nos dejen salir de casa, cosa que ya se acerca (tanto que a partir del lunes podremos pasear), seguro que les hago otra visita. Para ir hasta allí, quedé con David Cayuela, propietario de los hides, en el aeropuerto de Valencia, de donde fuimos a Mora de Rubielos. He de decir que, aparte de un buen profesional, me pareció una persona de lo más agradable;  de hecho, nos pasamos el camino de ida intercambiando anécdotas de ornitología y naturaleza en general.  Respecto al hide, tengo que decir que era mi primera vez en uno privado, y la experiencia, excepto el momento en que descubrí que me había dejado el móvil en el coche y tuve que salir del hide a buscarlo (iréis viendo que siempre me pasa algo), fue muy positiva:  además de ver picogordos (Coccothraustes coccothraustes) que era la idea, disfruté de otras especies como el piquituerto (Loxia curvirostra), que por cierto no había visto antes, el pico picapinos (Dendrocopus major) o el zorzal charlo (Turdus viscivorus).
 
Picogordos.
 
 
Piquituertos.
 
 
Picapinos.
 
Zorzal charlo.
 
Después de pasar todo el día en el hide, David me preguntó si me gustaría probar a ver cabra montés,y le dije que por supuesto. No fue nada mal la cosa, viendo un grupo de 7 ejemplares:
 
Cabras montesas (Capra pyrenaica).


 
 

Como del Pirineo ya he hablado bastante recientemente, la última parte de la entrada es para el alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio), que, tras verlo por primera vez en Palencia (ya hablaré de ello), me apetecía comprobar sus puntos de reproducción en Teruel. Concretamente se ha detectado su presencia en el Puerto de Sollavientos (Allepuz), donde lo encontramos mi padre y yo en una pequeña masía junto a la carretera. Como os podéis imaginar, cada coche que pasaba reducía la velocidad para ver qué hacíamos... es lo que hay, claro, pero ¿No podríamos disfrutar cada uno de nuestra afición? Yo, por ejemplo, no me meto en lo que hace la gente “normal”. También pasó por allí el dueño de la masía, que, según nos dijo, andaba buscando una vaca perdida. No le importó en absoluto nuestra presencia; de hecho, incluso nos dijo que, si queríamos la masía, estaba en venta. La verdad, si tuviera dinero y tiempo no me importaría nada aceptar su oferta.
Un entorno privilegiado.



 
Alcaudón dorsirrojo.
 
Será alguna de estas la vaca del buen hombre??
 
En fin, pues esta es mi primera entrada anecdótica. Espero que vengan más, con o sin confinamiento; pero tranquilos, tampoco será tan largo como el “Cuéntame”. De momento publico esto a la espera de que empiece la ansiada “desescalada”, por lo que es probable que pronto tenga material nuevo y, lo más importante, salga un poco al campo que sea.
En fin, un saludo y...
¡Nos vemos en las tierras silvestres!
 
Dactylorhiza maculata.
 
P.D: Mucho ánimo a todos los residentes, cuidadores, etc. de residencias de la tercera edad; sé que estáis pasando por momentos muy duros. También transmitir mi pésame a aquellos familiares que hayan perdido a sus padres abuelos, etc.
 
¡¡¡Ánimo!!!


lunes, 20 de abril de 2020

Árboles ibéricos: De hayas y hayedos.

Ya de entrada reconozco que soy bastante friki de este tipo de bosques y su composición. Primero por su belleza, y es que cuando te metes en un hayedo parece que te embruje con su frondosidad y frescura; si lo visitas en otoño, es simplemente brutal, como luego veremos, e incluso en pleno invierno es precioso ver sus rojizas copas en las faldas de las montañas. Aparte del tema estético, son unos bosques norteños muy interesantes por su elenco de especies, encabezado por las omnipresentes y dominantes hayas (Fagus sylvatica). Obviamente no he visitado ninguno recientemente, pero mi "querencia" por este tipo de bosques ha desembocado en una colección de imágenes para aburrir, así que... ¡A olvidar los problemas y sumergirse en este particular viaje a través de nuestros hayedos!

Hayedo en las faldas de Ordesa. En primavera temprana, las hojas recién brotadas les dan una preciosa tonalidad esmeralda.
 
El mismo bosque, visto desde arriba. Crece en altura hasta que los sustituye el pino negro (Pinus uncinata)
 
El haya, principal componente de estas masas, son árboles de unos 30 metros, aunque excepcionalmente pueden alcanzar los 40. En bosques densos presenta un porte columnar, mientras que en bosques aclarados o ejemplares aislados adopta una forma rechoncha, con ramas abundantes. La corteza es muy característica, de un tono gris claro, e irá agrietándose hasta el habitual ahuecamiento del tronco en ejemplares más viejos. Hojas planas, rodeadas de una característica vellosidad. Suelen crecer de forma horizontal alrededor de las ramas, lo que crea condiciones muy umbrosas en los hayedos densos. Las yemas, de gran tamaño, son acuminadas (en "punta de lanza") y de color rojizo, igual que muchas de sus ramas; esto último facilita su identificación en invierno. Sus frutos, o hayucos, tienen forma de tetraedro, y, a modo de curiosidad, son muy buscados por la fauna silvestre; en un estudio sobre 234 ejemplares de jabalí en los pirineos se demostró que su dieta se componía en un 70% de estos frutos.

Algunos ejemplares en Ordesa...

 

 
Un bosque estupendo, muy recomendable si pasáis por allí. Lo encontraréis en la subida a la famosa Cola de Caballo.
 
Detalle de las ramas (Montaña palentina).
 
Hojas (Irati).
 
Como ya se daba a entender, las condiciones umbrías que genera la especie limitan mucho el crecimiento de otros árboles y arbustos. Las especies perennes como tejos, acebos, pinos silvestres o abetos (también píceas en el centro y este de Europa) suelen aparecer en hayedos; también algunos caducifolios como el álamo temblón, aunque tienen muchas dificultades para proliferar aquí. Como ejemplos, estos ejemplares de tejos centenarios en el valle de Tosande (Montaña Palentina) y abetos en Ordesa (Pirineo oscense):

Tejos (Taxus baccata) en la Tejera de Tosande, en medio de otro bonito hayedo (otra ruta fácil y muy recomendable).


Algunos ejemplares son espectaculares.


 
El hayedo.
 
Otro de los acompañantes habituales del haya: el fresno (Fraxinus excelsior).

Abetos (Abies alba) en Ordesa.

 
También en Ordesa, algunos pinos silvestres (Pinus sylvestris).
 
Los arbustos son también poco variados: avellanos, saúcos, arces... En esta ocasión incluyo un precioso ejemplar de arce orón (Acer opalus subsp.Opalus) que fotografié en Irati, y algunas imágenes más del bosque en su esplendor otoñal. Muchos ya las habréis visto, publiqué una entrada sobre este viaje en la anterior versión del blog, que tristemente se fue al traste... Pero bueno, las recupero que son muy bonitas.

Avellano (Corylus avellana).
 
Versión otoñal.
 
Serbal del cazador (Sorbus aucuparia).
 
 
Algunos ejemplares de boj (Buxus sempervirens).
 
Acebo (Ilex aquifolium).

Arce orón, precioso en otoño.

 
Imágenes del hayedo o "selva" de Irati.
 



Justamente en este bosque fotografié muy bien la Pulmonaria longifolia, especie clásica de la vegetación herbácea de los hayedos. Otros ejemplos son los eléboros (Helleborus viridis), hepáticas (Hepatica nobilis), anémonas (Anemone nemorosa), etc.

Pulmonaria longifolia.

Eléboro verde (Helleborus viridis).

Hepática (Hepatica nobilis).

Violeta (Viola spp.).
 
Lactuta muralis.
 
Es una especie que se extendió muy rápido por Europa, desplazando a los bosques mixtos y robledales en muchas latitudes. Aunque bastante resistente, no soporta los suelos encharcados (en suelos muy húmedos especies como el abeto le ganan terreno) ni las heladas tardías. Requiere unas precipitaciones superiores a los 800 mm. anuales, lo que reduce considerablemente su distribución en la Península Ibérica. La madera del haya es bastante apreciada, pese a su tendencia a agrietarse y deformarse. Los aprovechamientos micológicos son también significativos. Por último, el uso público está muy extendido al ser bosques de gran belleza.

La fauna de los hayedos es variada, aunque difícil de observar ya que son bosques muy densos. Por mi parte incluyo estas fotografías de avifauna en los hayedos de Palencia y unas imágenes de quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) de varias edades sobrevolando el hayedo de Ordesa.

Agateador euroasiático (Certhia familaris).

Carbonero palustre (Poecilia palustris).
 
Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus).

Acosado por una chova piquigualda (Phyrrocorax graculus).

Para terminar, aparte de algunas imágenes (más) de estos bellos parajes, una igualmente bonita rima de Antonio Machado:

«Las hayas son la leyenda.
Alguien, en las viejas hayas,
leía una historia horrenda
de crímenes y batallas.
¿Quién no ha visto, sin temblar,
un hayedo en un pinar?».
 
Las encinas, A.Machado
 
 
Hayedo en invierno. Monsteny (Barcelona), 2014.
 
Para terminar, una reflexión sobre estos días tan raros: esos árboles tan fuertes que vemos por los bosques, campiñas, etc. también han tenido que superar grandes baches para su crecimiento, y han conseguido sobreponerse; estoy seguro de que nosotros también podremos. Mucho ánimo a todos y...
 
¡Nos vemos en las tierras silvestres!